Blog Paleobull

Uno de los alimentos que por tradición están presentes en el menú de cualquier comensal, sean cuales sean sus gustos gastronómicos, es el pan. Sin embargo, no todos los panes son iguales, y aunque se ha convertido en el gran compañero de todas las comidas, es recomendable reducir el consumo de pan blanco industrial.
El principal motivo es que el pan blanco contiene grandes cantidades de harinas refinadas, así como azúcares añadidos, grasas vegetales y otros aditivos artificiales, ingredientes que, en la medida de lo posible, es mejor evitar. No obstante, no es necesario que renuncies al pan, siempre que sepas elegir el más adecuado, especialmente si ha sido cocinado de forma artesanal, preferiblemente con harinas integrales y de masa madre.

Uno de los problemas alimentarios que más quebraderos de cabeza está ocasionando últimamente en la salud mundial es el consumo de ultraprocesados y, en consecuencia, el aumento de la ingesta de azúcar.
Lo primero que debemos entender es que el azúcar es adictivo. Esto es debido a la sensación que produce su consumo, ya que hace que el cerebro libere dopamina, lo que provoca una mayor necesidad de azúcar causando cierta adicción. Además, el consumo de azúcar afecta a la sensación de «dulzor» que percibimos al consumir alimentos con azúcares, lo que nos hace querer más. Es por ello, que la industria alimentaria utiliza este ingrediente en muchos de los ultraprocesados que fabrica.

Conocemos como microbiota a ese conjunto de microorganismos que habitan en nuestro organismo y que nos ayudan en distintas funciones vitales. Sin ellas no habría vida, son las auténticas mantenedoras del equilibrio de nuestro cuerpo, haciendo posibles todas sus funciones.
Una de las microbiotas más importantes, aunque también la gran desconocida, es la microbiota intestinal, especialmente la que se encuentra en el intestino delgado. Como órgano, uno de los grandes problemas a los que se enfrenta, es la aparición del SIBO o sobrecrecimiento bacteriano, una patología a la que le queda mucho por recorrer y de la que se necesitan más estudios científicos y medios sanitarios. Pero, ¿qué es y cómo tratarlo? ¿Puedo detectar sus síntomas y prevenirlos?

La sal es un compuesto natural conocido como cloruro de sodio que está formado por un 40% de sodio y un 60% de cloruro.
Se obtiene principalmente de las minas de sal o de las salinas por la evaporación del agua de mar.
Actualmente, su uso más conocido es el de condimento para aumentar el sabor de la comida.
También se utiliza como conservante de alimentos ya que puede ayudar a detener el crecimiento de bacterias. Por este motivo, históricamente, la sal era un bien muy preciado. Tanto que hasta se usaba como medio de pago (de ahí la palabra salario).
De hecho, las expresiones con referencia a la sal (tener salero, ser «salao»…) tienen connotaciones positivas.
Sin embargo, en las últimas décadas, la sal se ha ganado una mala reputación al relacionarse con afecciones como presión arterial alta y enfermedades cardíacas.
Pero, ¿es la sal realmente mala?

El término «entorna obesogénico» se refiere a un ambiente que promueve el aumento de peso y contribuye a la obesidad, ya sea en la calle, el hogar o el lugar de trabajo.
Dicho de otra forma, son entornos que animan a las personas a comer de forma poco saludable y a moverse menos.
El término fue, probablemente, acuñado por el experto en salud pública Boyd Swinburn. Estudiando a los nativos americanos de una reserva en Arizona, notó como la incorporación del estilo de vida estadounidense producía un gran impacto negativo, incluidas las altas tasas de diabetes.

Es cierto que el desayuno pone en marcha tu metabolismo y te da energía para empezar el día.
Algunos estudios relacionan el desayuno con una buena salud y menor sobrepeso.
Sin embargo, no está tan claro si el desayuno causa estos hábitos saludables o si las personas que no desayunan desarrollan hábitos peores.
De hecho, otros estudios reflejan que las personas que se saltan el desayuno tienen más probabilidades de desarrollar obesidad.