Sobreestimulación

Pérdida de concentración en la era digital

El déficit de atención no es solo cosas de niños. De hecho, hay muchos adultos que lo padecen y ven afectada su calidad de vida sin saber por qué. Por no hablar de la sobreestimulación tecnológica a la que estamos sometidos la mayoría de nosotros en nuestro día a día y que puede hacer que nuestro sistema nervioso acabe colapsando.

Falta de atención, de concentración y de motivación, exceso de actividad, nerviosismo, ansiedad, irritabilidad o baja productividad laboral. Son solo algunos de los síntomas de estos dos problemas que afectan a tantas personas y que, sin duda, se ven agravados por la sobreexposición a las pantallas y las redes sociales, un problema que está alcanzando dimensiones realmente preocupantes en el caso de los niños y adolescentes.

Déficit de atención en niños y adolescentes

TDAH niños

Desde el punto de vista clínico, el déficit de atención se caracteriza por la combinación persistente de impulsividad, hiperactividad y dificultades para concentrarse. Suele manifestarse en la infancia, generalmente antes de los 12 años, y tiene más incidencia en los niños. En general, se diagnostica a partir de los siete años, momento en el que los síntomas tienden a estabilizarse lo suficiente como para determinar si existe un problema real o si se trata de una fase evolutiva normal.

Esta conducta puede dificultar la vida de niños y adolescentes tanto en el ámbito escolar como en el familiar, ya que su dificultad para mantener la atención, su inquietud y su incapacidad para controlar los impulsos pueden ser un desafío en el aprendizaje y una fuente de conflictos en el entorno familiar y social. En algunos casos, la falta de atención, la hiperactividad y la impulsividad, pueden llegar a afectar al rendimiento escolar, al estado de ánimo e incluso al descanso y al sueño.

¿Cómo actuar?

Actualmente, para mejorar la conducta de déficit de atención se combinan la psicoeducación, la psicoterapia cognitivo-conductual, la adaptación escolar y la educación familiar.

Por otro lado, las dificultades de concentración en la era digital no se circunscriben a un trastorno clínico, sino que son una respuesta a la sobrecarga de información y estímulos a la que los niños están expuestos diariamente.

Por ello, es importante fomentar rutinas estructuradas, proporcionar entornos de estudio libres de distracciones, y enseñar técnicas de manejo del tiempo y organización. Es fundamental limitar el tiempo frente a pantallas y promover actividades físicas y juegos al aire libre que ayuden a mejorar la concentración y el bienestar físico y emocional.

Aunque seas, adulto, también puedes padecer déficit de atención

TDAH adultos

El déficit de atención en adultos también se caracteriza por la dificultad para prestar atención, por la hiperactividad y la conducta impulsiva. También puede llevar a mantener relaciones sociales y sentimentales inestables, a tener problemas de productividad y desempeño laboral, a una baja autoestima, inquietud, nerviosismo o problemas de sueño.

En la edad adulta, la falta de atención se puede camuflar con otros problemas, ya que la hiperactividad suele dominarse más y el resto de los síntomas pueden achacarse a «una forma de ser nerviosa, caótica o despistada», al estrés y al ritmo diario que todos sufrimos en mayor o menor medida.

Pero más allá del cansancio o dificultad de concentración que todos podemos sufrir en algún momento de nuestras vidas, en la persona que padece déficit de atención la impulsividad y la dificultad para prestar atención no desaparecen; los olvidos son continuos, la falta de motivación es casi permanente, nunca se terminan las tareas o proyectos que se empiezan y la inconstancia domina las relaciones personales.

¿Cómo actuar?

Prácticamente igual que en los niños: principalmente con psicoterapia y con cambios de estilo de vida, como por ejemplo: implementar técnicas de gestión del tiempo, establecer límites claros entre el trabajo y el tiempo personal, practicar la desconexión digital, y adoptar prácticas de mindfulness y meditación para mejorar la concentración y reducir el estrés.

¿Sufres un exceso de sobreestimulación?

Sobreestimulación tecnológica

El ruido de la ciudad, los atascos, el estrés laboral, la exigencia de la conciliación familiar, el exceso de planes sociales, de información y estímulos visuales, la exposición permanente a las pantallas (sobreestimulación tecnológica), el uso excesivo de las redes sociales, sobre todo la del móvil pueden producir una sobrecarga permanente del sistema nervioso que nos lleve, primero, a sentirnos agotados e irascibles, mermando nuestra capacidad de concentración y desempeño social y laboral; y segundo, a hacernos, literalmente, colapsar.

Para compensar la sobreestimulación a la que todos estamos expuestos en nuestro día a día, deberíamos buscar momentos de calma, silencio y quietud. Y si es posible, acercarnos a la naturaleza, que nos oxigena, nos relaja y recarga nuestra energía.

También es importante que sepamos identificar qué estímulos externos nos abruman o estamos recibiendo en exceso, para evitarlos y moderarlos. Como el uso de los teléfonos móviles, una fuente de sobreestimulación permanente que además siempre va con nosotros y de la que a veces ni siquiera desconectamos por la noche.

A veces es tu propia casa la que te sobre estimula, cuando hay un exceso de cosas, falta de orden y limpieza. O tus relaciones sociales y personales, demasiado exigentes o tóxicas. Sin olvidarnos del lugar de trabajo, que a menudo puede resultar agotador. Por eso es tan importante identificar los factores desencadenantes de la sobreestimulación y tomar conciencia de lo importante que es contrarrestarlos para poder mantener un buen equilibrio psicológico y emocional.

¿Algunas ideas?

  • Limitar el tiempo de uso del móvil y apagarlo por la noche o ponerlo en «modo descanso».
  • Caminar cada día al aire libre, ya sea en un parque o por la calle si no tienes otra opción.
  • Mantener ordenada y despejada nuestra casa y nuestro espacio de trabajo, para que nos transmitan paz y no sensación de caos.
  • Buscar momentos de exposición solar (quince minutos al día es suficiente para obtener vitamina D y «cargar tu batería»).
  • Incluir momentos de silencio y a solas cada día: para meditar, para pasear, para contemplar y para sentir tu respiración.
  • Reducir al mínimo, al final del día, los estímulos: baja la luz, apaga la televisión y baja el ritmo en todo lo que hagas.
  • Evitar las aglomeraciones, los centros comerciales, los sonidos altos o el ejercicio demasiado intenso al final del día.
  • Visitar la naturaleza todo lo que puedas, sobre todo si vives en una gran ciudad.
  • Buscar un hobby, actividad o práctica deportiva tranquila que nos haga estar «en presencia»: cocinar, caminar, nadar, hacer yoga, pintar mandalas, leer.

Tanto si padeces falta de atención como si tu día a día te sobre estimula y abruma en exceso, te ayudará mucho apuntarte a la slow life, es decir, bajarle el ritmo en todos los sentidos a tu vida, por lo menos en algunos momentos. Parar te ayudará a estar presente, a reconectar con tu cuerpo y a saborear mucho más el presente, que al final, es lo que único que poseemos.

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