La idea de estar solos provoca miedo, ansiedad y tristeza en muchas personas. Pero la soledad no tiene por qué ser una enemiga, todo lo contrario, es absolutamente necesaria aprender a disfrutar de nuestra propia compañía. Si deseamos que nuestra felicidad se sustente en una base real y queremos mantener relaciones sanas y satisfactorias, debemos aprender a estar bien con nosotros mismos.
La incapacidad para estar solos puede llevarnos a conformarnos con cualquier tipo de relación para llenar ese vacío emocional. Esto está a menudo relacionado con la dependencia emocional, la cual, en algunos casos, puede requerir tratamiento profesional.
No saber estar solo o tener miedo a la soledad, puede ser un síntoma de carencias emocionales o de la existencia de una parte de nosotros a la que evitamos enfrentarnos buscando siempre la compañía de otros.
Cuando nos sentimos a gusto con nosotros mismos, cuando nos conocemos y valoramos, y no depositamos nuestras expectativas en los demás, sino que nos sentimos completos y en calma, la soledad puede ser un auténtico regalo, una fuente de paz y autoconocimiento para seguir trabajando en nuestro espacio interior.
¿Por qué es importante superar el miedo a la soledad?
El miedo a la soledad puede afectar negativamente nuestra calidad de vida y nuestro bienestar emocional. Sin embargo, existen formas efectivas de superar este miedo y aprender a disfrutar de nuestra propia compañía.
Soledad deseada o soledad temida
Habitualmente confundimos la soledad como estado y la soledad como emoción. Estar solo significa la ausencia de compañía, mientras que sentirse solo implica la sensación emocional de no estar conectado con el entorno. Aunque difícilmente una persona está totalmente aislada, la sensación de desconexión puede hacer que lo sintamos así.
Estar solo, por voluntad propia, nos abre la oportunidad para la introspección y la conexión con nuestro yo más profundo. Es un momento ideal para potenciar la concentración, la creatividad, el rendimiento intelectual o la relajación. Todo esto aumenta las emociones positivas y el bienestar. Estar solo sin sentirse solo es un placer. Por eso se habla de soledad deseada o disfrutada.
Por el contrario, sentirse solo es una percepción personal asociada a sentimientos negativos y desagradables. Es una soledad que se etiqueta como no deseada y puede surgir incluso cuando estamos rodeados de gente. En este caso la soledad se convierte en una experiencia subjetiva dolorosa derivada de la carencia, deficiencia, inadecuación o insatisfacción de las relaciones interpersonales, especialmente de las más significativas e íntimas.
Las diferentes caras de la soledad no deseada
La soledad no deseada es un fenómeno complejo que tiene distintas caras en quienes la padecen. Por un lado, está la soledad emocional, es decir, la experiencia de carecer o tener pocos lazos afectivos íntimos, o de tenerlos negativos y tóxicos. Este desamparo puede producirse, aunque se tenga una vida social activa y se esté rodeado de gente. Y es seguramente la forma más dolorosa de soledad, que nos llena de tristeza, melancolía, irritación, desesperación y otras emociones negativas.
Por otra parte, estaría la soledad social, que se presenta cuando se percibe un déficit en la vida social o cuando se desea pertenecer a otros grupos distintos. A veces solo experimentamos este sentimiento en alguno de los contextos o ámbitos en los que interactuamos, por ejemplo, el trabajo, el lugar de estudios, el barrio o las redes sociales.
En cuanto a la soledad circunstancial o situacional, resulta de cambios de vida que dificultan la creación de nuevas conexiones, como mudarse a otra ciudad, un cambio de trabajo, la jubilación, la pérdida de un ser querido, una ruptura de pareja o la independización de los hijos. Aunque inicialmente se experimenta como una situación difícil, lo común es ir superándolo y retomar la vida social.
¿Eres una persona que no sabe estar sola?

Si siempre has tenido pareja, si nunca has vivido solo, o evitas la soledad llenando tu tiempo con actividades, si te aburres y te angustias cuando estás a solas, tal vez tengas que parar y descubrir qué hay detrás de esta necesidad de estar siempre en compañía. Aquí tienes algunos rasgos que te ayudan a identificar este problema:
- Baja autoestima. La mayoría de las personas que no saben estar solas sufren dependencia emocional y que les provoca fuertes inseguridades haciendo mella en sus relaciones afectivas.
- Miedo a estar solos. Necesitan estar con alguien continuamente para sentirse seguros y tranquilos.
- Dificultad para tomar decisiones. La mayoría de las personas dependientes no cuentan con demasiada iniciativa para enfrentarse a la vida, a lo que se suma su inseguridad. Prefieren que otros tomen las decisiones importantes.
- Idealización de las relaciones. Tienden a idealizar a sus parejas y amistades.
- Celos frecuentes. Esto es consecuencia de sus inseguridades y baja autoestima. Y pueden llegar a sentir celos de amigos, exparejas y hasta familiares, lo que suele destruir la relación.
- Necesidad de aprobación constante. Requieren la validación continua de los demás, en caso de estar en pareja, que la otra persona les recuerde continuamente que la quiere.
- Pánico al abandono. El miedo a ser abandonados les impide romper con relaciones que ya no les aportan felicidad.
En el miedo a la soledad, sobre todo a quedarnos sin pareja, hay creencias incorrectas o pensamientos distorsionados que se repiten con frecuencia. Los principales son:
- Pensamiento de tipo catastrofista: «no voy a encontrar a nadie», «es mi última oportunidad».
- Creencias absolutas del tipo «todo o nada»: sobre la pareja y el amor «estar en pareja es el único modo de ser feliz», «estar solo o sola significa que nadie me quiere, que no soy válido o válida».
- Pensamientos relacionados con una elevada autoexigencia: «si esto ha fallado es porque algo he hecho mal».
- Creencias anticipatorias: con relación a nosotros mismos y a los demás «no voy a poder estar sola o solo, no sabré qué hacer con mi mida».
Estas creencias son las principales responsables de la aparición del miedo a la soledad, poniendo en marcha respuestas de afrontamiento inadecuadas, como la evitación de dicho miedo o la rumiación como una falsa estrategia de control y una fuente inagotable de estrés y ansiedad.
Posibles causas del miedo a la soledad

Vivimos en una sociedad en la que muchas de las interacciones que antes se hacían de forma presencial y personal, ahora se han digitalizado. Incluso hablamos o nos relacionamos a través de las redes sociales, los móviles, las aplicaciones o los videojuegos, con personas a las que no conocemos y nunca vemos en el mundo real, lo que genera un gran sentimiento de soledad en muchas personas.
Aparte de este tipo de relaciones tan frías e impersonales, propias de nuestra época, hay factores que pueden provocar en algunas personas un miedo exagerado a estar solos, como, por ejemplo, los siguientes.
Ansiedad por separación
Cuando te han dejado solo, por ejemplo, de niño o adolescente, se activa la ansiedad por separación, que produce una preocupación excesiva por la seguridad de los seres queridos, miedo a perder a alguien importante o a que te hayan dejado de querer.
Puede producir síntomas físicos como palpitaciones, sudoración excesiva, temblores y dificultad para respirar. En este caso sería muy útil aplicar técnicas de liberación emocional como el tapping.
Temor al abandono o el rechazo
El miedo a la soledad puede estar relacionado con el temor a ser abandonado por amigos, familiares o parejas, lo que puede hacernos sentir desprotegidos, rechazados y vulnerables. En este caso es importante aprender a hacer planes solos y buscar momentos de soledad como una manera de proporcionarte calma, descanso y autocuidado.
Miedo a lo desconocido
En este caso la persona siente miedo o ansiedad ante la idea de estar solo y le resulta difícil afrontar ciertos desafíos. Esto puede deberse a un entorno de crianza ansioso y sobreprotector, o a experiencias que nos hicieron creer que éramos incapaces de enfrentar ciertas situaciones por nuestra cuenta.
Para superar este temor, puedes ponerte pequeños retos para hacer por cuenta propia, como hacer gestiones bancarias, ir al cine solo, hacer un curso que te permita mejorar alguna habilidad, etc.
Aburrimiento en soledad
Hay personas que sienten miedo a quedarse solas porque se aburren, algo habitual en quienes se han criado con hermanos o rodeados de familiares o vecinos. Son personas que no han aprendido a aburrirse o les cuesta disfrutar de su propia compañía.
Para superar esta situación lo mejor es empezar a hacer pequeños planes a solas, como ver una serie, desayunar fuera a solas, escribir, etc.
Desconexión social
En una sociedad que vive conectada casi de forma permanente mediante llamadas, mensajes, redes sociales, algunas personas llegan a sentir mucho miedo de perder la conexión con los demás, a quedarse fuera de la conversación o los planes que pueden surgir de forma digital.
En este caso sería imprescindible fijar límites en el uso de las redes sociales y el móvil, e intentar tener más encuentros presenciales en los que el teléfono no esté presente.
Claves para superar el miedo a la soledad

El miedo a la soledad puede variar en intensidad de una persona a otra. Sin embargo, a través de la autoexploración, la terapia y el desarrollo de habilidades para estar en paz consigo mismo en momentos de soledad es posible superarlo. Aquí tienes algunas claves que pueden ayudarte.
Identifica tus miedos, es el primer paso para vencerlos
Si conocemos bien nuestro funcionamiento y entendemos el porqué de dichos miedos, será más fácil establecer un plan de acción: ¿cuándo siento ese miedo, en qué situaciones? ¿qué pienso en ese momento? ¿qué emociones me genera? ¿cómo actúo ante el miedo?
Reflexiona sobre tus miedos
¿Qué es lo que más temes al quedarte a solas? ¿Qué ha ocurrido en circunstancias parecidas en otros momentos del pasado? ¿Qué pasaría si empezaras a afrontar estos miedos en vez de evitarlos? ¿Qué pierdes o sacrificas al tener miedo, qué costes te genera?
Afronta tus miedos progresivamente
Establece pequeños retos o metas que te ayuden ganar autonomía en determinadas situaciones o contextos. Toma pequeñas decisiones o haz cosas a pesar del miedo o el pudor que te produzca hacerlas por tu cuenta. Encuentra actividades que te gusten y disfrutes haciéndolas solo.
Priorízate, dedica tiempo a actividades gratificantes para ti
Recuerda que el autocuidado te mejora y también mejora la calidad de tus relaciones con los demás.
Practica meditación o mindfulness
Estas técnicas ayudan a estar presentes y a aceptar nuestros pensamientos y emociones sin juicio. Esto puede ser especialmente útil para aquellos que sienten ansiedad o estrés cuando están solos.
Acepta tus sentimientos y emociones
A veces, el miedo a la soledad puede ser el resultado de no querer enfrentar ciertas emociones o sentimientos. Aceptar y expresar nuestras emociones es muy importante para estar cómodos con nosotros mismos.
Desarrolla tus habilidades sociales y amplía tu red de amigos
Esto puede ayudarnos a sentirnos menos solos y más conectados. Ampliar tu red de amistades y mantener vínculos saludables reduce el miedo a la soledad. Intenta mantener y cultivar las amistades que ya tienes y aprovecha también para conocer gente nueva, apúntate a actividades en grupo.
Haz ejercicio y cuida tu salud física
El ejercicio no solo es beneficioso para nuestra salud física, también lo es para nuestra salud mental. Hacer ejercicios te ayudará a sentirte más fuerte y capaz de enfrentar tus miedos, incluyendo el miedo a la soledad.
Aprende a decir no y a establecer límites saludables
A veces, el miedo a la soledad puede hacer que nos aferremos a relaciones tóxicas o que aceptemos situaciones que no son saludables para nosotros.
Ponte en manos de un experto
El miedo a la soledad puede ser el resultado de experiencias pasadas o de patrones de pensamiento negativos que han sido internalizados. Un psicólogo puede ayudarte a profundizar en los motivos de tu miedo a la soledad y guiarte en el proceso de superarlo.
Si tú no disfrutas en tu propia compañía, si no te resulta agradable y entretenida, también será difícil que los demás lo hagan. No se trata solo de un problema de dependencia, sino que te estarás perdiendo a la persona más importante, única y especial de tú vida: tú mismo.