Beneficios de enfadarse

Por qué enfadarse (bien) puede ser bueno para nuestra salud mental

Está claro que nuestra salud mental se alimenta de paz, calma y una actitud positiva, pero eso no quiere decir que no podamos enfadarnos nunca. Es más, enfadarnos puede ayudarnos incluso a gestionar nuestras emociones al no quedarnos con sentimientos que, al no ser expresados, pueden llegar enquistarse, produciéndonos frustración, tristeza y malestar.

Enfadarse de forma «correcta», sin perder el control, puede ayudarnos a expresar con asertividad lo que necesitamos y deseamos y a dejar claros nuestros límites y líneas rojas, algo que, si no hacemos, también puede redundar en una baja autoestima. Nada tiene que ver una explosión de ira con un enfado consciente expresado de forma firme pero educada. Y es que el enfado es una emoción natural, necesaria y adaptativa que nos libera, nos ayuda a valorarnos y a que los demás nos valoren y nos respeten.

Por qué no debemos reprimir el enfado

Por qué no reprimir el enfado

Contener un enfado puede tener muchas más consecuencias negativas que positivas. No se puede estar permanentemente felices y alegres, como a veces pretenden hacernos creer los libros de autoayuda o las corrientes psicológicas que defienden la positividad acérrima. Hay que saber aceptar y gestionar las emociones de todo tipo, incluido el enfado. Eso sí, aprendiendo a expresarlo sin ira ni agresividad verbal o física, de forma asertiva, constructiva e incluso empática.

Nuestro día a día es exigente, convivimos a diario con el estrés y el agotamiento, con situaciones injustas en nuestro entorno cercano y lejano, y es normal, aceptable y respetable, enfadarse de vez en cuando. Lejos de esa actitud infantil e inútil de «estar enfadados con el mundo porque sí», el enfado debe servirnos para expresar nuestros sentimientos de disconformidad o desagrado ante hechos o momentos concretos. Porque tampoco se puede estar de «buen rollo» siempre como si todo nos resbalase o las cosas no tuvieran importancia o consecuencias.

Sentir enfado también puede ayudarnos a identificar qué va mal en nosotros o en nuestra vida, qué nos ocurre, qué necesitamos cambiar o mejorar, así que no es una emoción necesariamente negativa. Si te enfadas mucho y ni siquiera sabes por qué, puede ser un indicativo de que trabajas demasiado, de que necesitas descansar, de que hay alguna persona o situación tóxica en tu entorno. Tu enfado puede ser la punta de un profundo iceberg.

Enfadarse cuando toca, cuando hay un motivo real y no es fruto de nuestras fantasías, paranoias o miedos, tiene mucho que ver con la expresión de nuestras preferencias, necesidades e incluso derechos (piensa en las manifestaciones ciudadanas pacíficas), con el hecho de no conformarnos o aceptar que nos impongan normas o criterios ajenos con los que no coincidimos o consideramos injustos. También es normal sentir enfado con nosotros mismos cuando no actuamos bien o no estamos a la altura de las circunstancias, y esta emoción puede ayudaros a rectificar y mejorar.

Cómo gestionar bien el enfado

Gestionar emociones

La clave para que el enfado tenga sentido, sea efectivo y consiga ser una expresión coherente y justa de nuestros sentimientos, es la forma en que lo manifestamos. Esto pasa por el respeto, la educación e incluso la empatía hacia el otro, entendiendo que no tiene por qué compartir nuestra opinión. El enfado puede ser el comienzo de un diálogo positivo, persigue también ser escuchados, comprendidos y respetados, pero no debe ser exigencia ni imposición. Si quieres, puedes hasta enfadarte «buen rollo», no hace falta elevar la voz ni atacar al otro en ningún momento para dejar claros tus sentimientos.

Para gestionar bien nuestro enfado y hacer que su expresión consiga el fin que pretendemos, lo primero es pararnos, conectar con esa emoción y saber por qué se ha producido, cuál es el motivo real más allá de «esa última gota que ha colmado el vaso». Después, tienes que controlar bien la forma de expresarlo. La mayor línea roja sería la agresión y el insulto. Pero también hay que evitar el reproche, el juicio y la culpa. Y si el enfado es con uno mismo, hay que controlar el diálogo interno, no ser demasiado duros ni exigentes con nosotros mismos, sino animarnos a hacerlo mejor.

Un enfado mal entendido es aquel que, además de manifestarse con ira o faltas de respeto, culpa a los demás de tus problemas. El enfado nunca puede servir para eludir tus responsabilidades ante algo que no estás haciendo bien. Y es que el enfado puede esconder también inmadurez, cobardía y una mala gestión emocional.

¿Te cuesta gestionar bien tus enfados? La meditación puede ser la mejor herramienta para manejar mejor tus emociones. La conexión cuerpo-mente que conseguimos, la sensación de presencia, la conciencia del momento presente, la calma y serenidad que proporciona meditar, nos ayuda a observar las cosas con perspectiva y a reaccionar de forma más tranquila y compasiva con nosotros mismos y con los demás.

¿Cuándo el enfado dejaría de ser normal para resultar excesivo o preocupante? Si te enfadas con demasiada frecuencia o intensidad, si no puedes controlar lo que dices o lo que haces cuando te enfadas, si te afecta a ti y a tus relaciones personales, o si te enfadas por cosas que a priori no son relevantes, sería muy recomendable que acudieras a un profesional.

Como has visto, el enfado bien expresado, sin dañar a nadie, puede ser una forma de reivindicarte y valorarte, de liberarte de sentimientos que te hacen sentir mal incluso físicamente (dolor de estómago, nerviosismo, dolor de cabeza, problemas para dormir…), y un gran motor de cambio si te atreves a mirar dentro e indagar en los motivos profundos de ese estado de ánimo.

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