Atiende y cuida a tu niño interior

Atiende y cuida a tu niño interior

¿Arrastras heridas, miedos o traumas que no consigues solucionar, que ni siquiera sabes de dónde vienen? ¿Hay patrones de comportamientos en ti que sabotean tus relaciones de pareja? ¿No consigues liberarte de tus miedos y bloqueos? Tu forma de ser, pensar y sentir está directamente relacionada con tu infancia. Si es que las hubo, las heridas infantiles dejan secuelas y cicatrices en la edad adulta que nos impiden relacionarnos de forma sana, tener éxito y ser felices.

¿Cómo restaurar esas heridas del pasado, desbloquearnos y avanzar? La clave está en cuidar de nuestro niño interior, una herramienta muy útil en psicoterapia y desarrollo personal que no sólo nos ayuda a reconciliarnos con nosotros mismos y con nuestros padres, sino que nos hace entender cómo somos y cómo nos comportamos en la edad adulta, recuperar nuestra autoestima y permitirnos ser nosotros mismos.

Qué es nuestro niño interior

Nuestro niño interior es nuestro yo infantil, nuestro yo del pasado, esa identidad que se forjó en la infancia y que nos acompañará el resto de nuestra vida. Sin ser muchas veces conscientes de ello, este «yo antiguo» determina nuestra forma de ser y actuar en la edad adulta, nos hace reaccionar de determinada forma ante ciertas situaciones, personas o comentarios sin saber por qué, nos hace sentir un vacío o una tristeza interior de la que no conseguimos desprendernos.

La vulnerabilidad, la inocencia, la bondad, la dependencia y la fragilidad caracterizan a este yo infantil. Y todas las carencias, heridas o daño que pudo sufrir se reflejarán en nuestro yo futuro. Lo maravilloso de esta técnica terapéutica es que podemos volver a conectar con nuestro niño interior para cuidarlo, protegerlo, mimarlo y darle amor para restaurar todas esas heridas, carencias o bloqueos que arrastramos.

Señales de que tu niño interior necesita cuidados

señales traumas de la infancia

Los traumas de la infancia dejan heridas en la edad adulta que pueden manifestarse en forma de enfermedades, malos hábitos de vida, elección de parejas conflictivas, falta de autoestima, de respeto o amor hacia uno mismo, somatización recurrente, complejo de inferioridad…

En general, los traumas producen disfunciones emocionales que nos hacen reaccionar exageradamente ante ciertas situaciones o, todo lo contrario, quedarnos bloqueados. Por ejemplo, tener un miedo irracional a quedarnos solos, a que nos deje nuestra pareja (lo que genera relaciones de dependencia), ante una reunión de trabajo… ¿Te ocurre? Entonces tal vez tengas que hablar con tu niño interior.

Otras señales que pueden indicarte que tienes que sanar algo de tu pasado pueden ser la ansiedad, la hiperactividad constante, la necesidad de controlarlo todo, las manías, las adicciones, los trastornos alimentarios, una rigidez excesiva en el comportamiento, la autoexigencia, la fatiga y la falta de energía crónicas…

¿La culpa siempre es de los padres?

Obviamente los progenitores son los responsables de la educación y cuidados del niño, pero esto, por diferentes motivos, no siempre es así. Y no necesariamente hablamos de maltrato o sucesos traumáticos en la infancia. Aun cuidando a sus hijos desde el amor, los padres pueden dejar huellas o traumas en los hijos sin ser conscientes de ello. Como se suele decir, «nadie te enseña a ser padre o madre» y seguramente ellos lo hicieron lo mejor que pudieron. Ahora tu yo adulto tiene la responsabilidad de gestionar esta situación y tomar las riendas de su vida sin vivir anclado al pasado.

¿Tienes claro que tus padres son los causantes de tus bloqueos o heridas emocionales? En ese caso, lo deseable para poder avanzar es el perdón. Debes permitirte sentir lo que sientes, identificarlo, asumirlo y, desde ahí, soltar para poder avanzar. Aceptar la realidad tal cual es, sin juicio, resentimiento ni culpabilizar a nadie, ni a ellos ni a ti. Asumir lo que hay para poder dejarlo atrás.

¿Te cuesta mucho? ¿No te sientes capaz? Entonces puede ser necesaria la ayuda profesional. Sobre todo, si viviste alguna situación traumática en tu infancia.

Cómo cuidar de tu yo infantil

El primer paso para conectar con tu yo infantil puede ser ver una foto de tu infancia o visualizarte de pequeño. ¿Qué sientes al verte? Evoca a ese yo pequeñito y permítete revivir lo que sentías. ¿Recuerdas algún momento, situación o episodio de tu infancia que te marcara especialmente? A veces no se trata de cosas tremendas. Un simple comentario hecho sin maldad por un adulto o por otro niño puede abrir una herida o crear un patrón de comportamiento en la edad adulta.

Lo mejor, una vez que te hayas visualizado, es hablarle a tu yo infantil, preguntarle cómo se sentía, si le faltó algo, si sufrió por algún motivo. Pregúntale también cuáles eran sus sueños y deseos (¿los ha cumplido en el futuro?). Cuéntale cómo le ha ido, los logros que ha conseguido, y dale las gracias por todo. Recuérdale cuáles son sus dones y talentos, lo maravilloso que es, la luz que tiene. Háblale bonito y te estarás hablando bonito.

Lo importante es conectar con tu niño interior desde lo emocional y, sobre todo, decirle cuánto le quieres y cuánto le vas a cuidar de ahora en adelante. Porque cuidar a tu niño interior es cuidar al adulto del futuro. Querer a tu niño interior, es querer a tu yo del presente. Hablamos de una práctica muy poderosa de autocuidado que sana las heridas del pasado, que proporciona paz, confianza, seguridad y autoestima.

¿Te sigue costando hacerlo? Prueba esta pequeña práctica de regresión:

regresión
  • Siéntate en un lugar tranquilo, con la espalda recta, las piernas paralelas y los pies en el suelo. Si te quitas los zapatos y sientes el suelo, mejor.
  • Cierra los ojos, suaviza tu rostro y tu cuerpo y conecta con tu respiración. Observa cómo tus pulmones respiran sin que tengas que hacer nada. Inhala profundo por la nariz y dejar salir una exhalación liberadora.
  • Visualiza una imagen tuya de pequeño o de pequeña. Tal vez alguna foto que se te haya quedado grababa o tu yo infantil en alguna situación concreta. Mira tu carita y observa lo bonita que era, la inocencia que tenías, la luz y la bondad; la necesidad de cariño, reconocimiento y protección. ¿Sientes ternura, amor y compasión? Enhorabuena, estás conectando con las emociones de tu niño interior.
  • Pregúntale si estaba triste por algo, si le faltaba algo, si deseaba algo que no tuvo. ¿Le faltó amor o atención? ¿Sufrió alguna carencia emocional o material? ¿Sufrió algún daño psicológico? O, por el contrario ¿se sentía alegre y feliz?
  • Dile que todo eso ya ha pasado, que todo está bien ahora y que nunca más te vas olvidar de él, que le vas a cuidar, a proteger y a querer siempre. Que le aceptas tal cual es, porque es único, especial, maravilloso y merecedor de absolutamente todo, sobre todo de amor. Que se permita ser libre y feliz.
  • Lleva tu mano al corazón y coloca ahí a tu niño interior. Dile cuánto le quieres. Repítelo, siente esa emoción en tu corazón. Permítete emocionarte o llorar si lo necesitas. Enhorabuena, estás empezando a sanar tus heridas del pasado y a quererte a ti mismo.
  • Inhala de nuevo por la nariz, deja escapar una exhalación por la boca y abre lentamente los ojos. ¿Cómo te sientes?

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