El mindfulness y las técnicas para cultivar la presencia también se puede aplicar a la alimentación. Prestar atención y consciencia plena al acto y a la experiencia de comer, es una forma saludable de alimentarte y una herramienta que se encuentra al alcance de todos.
Estas técnicas son conocidas como mindful eating o alimentación intuitiva, dónde se come escuchando las señales de cuerpo. Por tanto, no se trata de una dieta, sino de estar pendiente de los hábitos alrededor del acto de comer, más que de lo que comemos en sí.
Más allá de planificar una dieta, estas tendencias nos invitan a observarnos e ir entendiendo las señales del cuerpo. Nuestros ancestros así lo hacían y aún hoy en día lo podemos observar en los niños: comen cuando en realidad tienen hambre, escuchando las señales del cuerpo, sin ser perturbados por estímulos externos. Pero la mayoría de nosotros estamos desconectados de nuestro cuerpo y no oímos sus señales y, en su lugar, nos regimos por un calendario de comidas establecido.
Al igual que en las meditaciones, comer de forma consciente consiste en observarnos mientras nos alimentamos, para alcanzar un conocimiento más profundo sobre sensaciones innatas como el hambre y la saciedad.
Este modo de alimentarnos empieza desde la selección y preparación de los alimentos. Esto implica poner todos tus sentidos atentos a qué es lo que necesita tu cuerpo y dejar de lado el «debo comer determinada comida». Esto a su vez nos lleva a comer sin juzgar. Lo que quieres es nutrir y satisfacer, y no llenar espacios vacíos.
No es una dieta de adelgazamiento
La base de este sistema de alimentación es aprender de nuevo a escuchar y entender las señales de nuestro cuerpo, como el hambre y la saciedad. Sin medir porciones, sin pesar alimentos, sin tener una «ventana» de alimentación determinada, entendiendo que tu cuerpo te pide nutrientes.
Por esta razón, algunas personas pueden pensar que el mindful eating es parecido a una dieta de adelgazamiento. Y efectivamente, algunos estudios respaldan esta teoría. Al relacionar esta técnica de meditación con la alimentación y su consecuente disminución del estrés, se encontró que personas con sobrepeso redujeron los niveles de cortisol y grasa abdominal.
No obstante, si bien una pérdida de peso se podría dar como un efecto secundario en la alimentación consciente, el fin no es promover una composición corporal específica sino mejorar la conexión con tu cuerpo.
Además, relacionarlo directamente con este fin puede provocar sentimientos encontrados. Si no se llega al fin deseado -como pasa con muchas dietas de adelgazamiento- es posible relacionar la técnica con el fracaso interno y de ahí a darle un juicio negativo. Lo que se contradice completamente con el mindfulness: observar nuestros sentimientos sin juzgar.
¿Quieres probar? Empieza por lo básico
Ya teniendo claro que la alimentación consciente se basa más en nutrir y escuchar nuestro cuerpo que en una técnica de adelgazamiento, es hora de poner manos (y el resto de los sentidos) a la obra. Estos pasos te pueden servir de ayuda:
- Empieza desde tu compra: piensa en los alimentos que te llevas a casa. Piensa en qué función tienen para tu salud priorizando los ricos en nutrientes sobre la comida con poca densidad nutricional, como los ultraprocesados (¡si no lo compras, no lo comes!).
- Empieza a aplicar las técnicas también durante el proceso de elaboración de la comida. Al lavar los alimentos, al sentir su textura y los olores que te van brindando.
- Cuando te dispongas a comer, hazlo con apetito, pero no con un hambre que te cueste controlar. Muchas veces esto nos puede llevar a comer en exceso porque lo hacemos de forma automática y terminamos ingiriendo los alimentos de manera apresurada casi sin saborearlos.
- Come en espacios tranquilos sin distracciones (nada de TV, Netflix ni el móvil en la mano).
- Mastica lentamente cada bocado. Siente la textura de las comidas y empieza a identificar sus distintos sabores.
- Come más despacio y en silencio. Esto te puede parecer raro al principio pero te hará más consciente de lo que tienes en tu plato que de lo que pasa alrededor.
- Concéntrate en cómo te hace sentir la comida. No la juzgues como mala o buena.
- Pregúntate por qué estás comiendo, por qué elegiste ese alimento y si lo que comes es beneficioso para tu salud.
- Deja de comer cuando estás saciado. Mantente pendiente a las señales de saciedad. Y aunque no lo creas, comer pausadamente te puede llevar a distinguir esta sensación mejor.
Si eres principiante en esto, te recomendamos que empieces a utilizar esta técnica eligiendo una comida al día. Trata de hacerla en aquella que sepas que dispones de más tranquilidad y donde puedas eliminar distracciones. Poco a poco podrás incorporarla al resto de horarios.
¿Puede ser complicado al principio? Quizás un poco sí. Romper patrones nos hace volver a aprender. Pero recuerda que saber escuchar a tu cuerpo debería estar entre tus principales prioridades y sin lugar a dudas, ¡tu salud te lo agradecerá!