Este es un post invitado de nuestra amiga Paloma, de la Hoya de Gualy. Para los que no la conozcáis, a Paloma le gusta presentarse con las siguientes palabras:
«Un día me dí cuenta de que no me gustaba cómo era.
Un día me dí cuenta de que mi hija imitaría mi forma de ser.
Por suerte, ya sabía que los genes te predisponen, pero no te determinan.
Por suerte, ya sabía que un «mal» temperamento es fácilmente contrarrestable mediante un «buen» carácter.
Aún no me he pasado el juego, pero he llegado lo suficientemente lejos como para empezar a disfrutarlo; por eso comparto mis sistemas y mis guías a través de mi newsletter.
Nadie dice que les han cambiado la vida, pero sí que los que han cambiado son ellos.
Aunque eso tampoco es verdad: son los mismos que eran, pero con unas gafas nuevas».
¡Os dejamos con Paloma!
Se nota, se siente, ¡Santa Claus está presente!
Llega la Navidad.
Unos se alegran, la viven, la disfrutan; otros se ponen nerviosos, se agobian, se quejan, se frustran, se tensan… Incluso he conocido a alguno que se deprime.
¿Qué pasa con esta fiesta que despierta sentimientos tan contradictorios en las personas?
Sencillo: la vida, los demás (concretamente nuestra familia), no son, ni funcionan, como nosotros hubiéramos deseado.
*Antes de seguir quiero aclarar dos cosas fundamentales:
1-. Este es un mensaje para personas que no han sufrido traumas importantes con familiares (p.ej. abusos). Todos entendemos que, si nuestra integridad o nuestro bienestar mental están en riesgo, lo conveniente es alejarse lo máximo posible.
2-. El objetivo de este artículo es darte una perspectiva distinta acerca de «los demás» (concretamente de tu familia, dadas las fechas que vivimos), y ayudarte a «tragar», junto con los turrones, a determinadas personas que no te hacen sentir bien.
Ahora, para que no se te atraganten, debes saber 2 cosas:
- Las personas estamos hechas para las relaciones, y para crecer a través de ellas.
- Huir o evitar cualquier cosa que te «da pereza» o te «incomoda», te vuelve más débil.
Este artículo va de fortalecerte tú aprendiendo a gestionar relaciones y situaciones más o menos tensas y complicadas para entrenar tu fortaleza mental, tu autodominio, capacidad de elección y por supuesto… TU PACIENCIA.
Ahora vamos a ver los 5 pasos sobre los que empezar a cimentar tu base para desarrollar «la madre de todas virtudes» (y ciencias).
Paso 1. Conoce el entorno ideal: los imperfectos sistemas familiares
Las familias no son perfectas.
Y encima, ni siquiera te dejaron elegir.
Pero no te indignes todavía: aunque Dios, o los muñequitos cuánticos de la película Soul, te hubieran pedido opinión, tendrías los mismos problemas (o muy parecidos) que con tu familia actual.
Es por la misma razón por la que muchos nunca encontrarán a la pareja perfecta.
El 80% de los problemas que ven en sus relaciones, provienen de ellos mismos. (La ley del espejo, la llaman los psicólogos).
Bien, antes de echarte toda la culpa —que no es la idea— volvamos a tu imperfecto sistema familiar. Los sistemas familiares, TODOS, están llenos de conflictos, de carencias, de amor-sufrido.
No quiero señalar con el dedo, pero en favor del bienestar y la comodidad individual, no paran de decirnos que cualquier persona que no responda a lo que esperamos de ella, es tóxica.
Y el resultado es una tremenda ausencia de aceptación, de compasión, de compromiso hacia las personas. Concretamente, el problema es más grave cuando hablamos de las personas que más nos quieren y a las que —por más que te pese— más quieres tú también.
Mira, atiende bien:
No existe nadie que no tenga serias dificultades para deshacerse de sus lazos familiares, porque por muy mala que sea una relación familiar, deja dentro un vacío muy difícil de volver a llenar.
Esto ocurre porque en las familias existe algo de lo que no somos conscientes, y que hace de nuestros vínculos algo extremadamente fuerte y complicado:
Los queremos por quiénes son, y no por cómo son.
Me explico:
Puede que cuando tengo a mi madre cerca me ponga de los nervios, pero la quiero porque es mi madre.
Puede que mi tía sea una auténtica pesada, pero la quiero porque es mi tía.
Ese lazo familiar es lo suficientemente fuerte como para crear unión.
Por eso soy capaz de querer a mi hermano, aunque sea un egoísta.
Soy capaz de valorar a mi suegra, aunque sea impertinente.
Soy capaz de apreciar a mi cuñado, aunque su humor me saca de quicio.
Esto, por supuesto, no significa que tengas que llevarte bien con ellos.
Pero sí significa que, en lugar de buscar cada vez más puntos de desencuentro, será más saludable y positivo para ti tratar de comprenderles en su perfecta-imperfecta humanidad, y buscar puntos de unión con ellos.
Es decir: reforzar el lazo, pero de tal forma que NO TE HAGA DAÑO.
Paso 2. Reconoce al principal enemigo de la paciencia
A ver, no se me ha ido la olla, ni vivo en una burbuja rosa con sabor a piruleta.
Idiotas insoportables hay en todas partes… Mientras tú decidas verlo así.
En mi familia ya no los hay, porque hace tiempo que me di cuenta de que, si veía idiotas insoportables por todas partes, era muy probable que la idiota insoportable fuera yo.
Lo que voy a contarte ahora, es cómo se inicia («se inicia», que esto da para un libro entero) ese cambio radical de perspectiva.
Y se inicia con la toma de una sola decisión:
«Voy a aprender a transformar mi rictus de juicio hacia las personas que me rodean por gestos más compasivos y apreciativos».
Muy bonito —pensaréis algunos— pero tú no conoces a mi suegra/ a mi primo/ a mi cuñada.
Bien, antes de hablar de la paciencia, hablemos de lo que te generan todas estas reuniones y contactos con todas estas personas a las que «te une un supuesto lazo».
Dime, ¿cuál de estas opciones encaja más con cómo te sientes con ellas?
- Frustración, indignación o rabia ante ciertas actitudes o comentarios.
- Desprecio, ganas de lanzarle a según quién la fuente de la ensalada.
- Hostilidad y resentimiento por lo que me hicieron/dijeron.
- Exasperación por la cantidad de idioteces que se dicen en esa mesa.
- Irritabilidad solo de pensar en lo que tienes (y has tenido) que aguantar.
- Todas las anteriores son correctas.
Sea cual sea, estamos hablando de diferentes trajes de una misma emoción: IRA
(No lo digo yo, lo dicen expertos como Goleman, Damasio o Plutchik).
En cualquiera de sus formas, la ira, junto con el miedo, y la humillación, son los 3 sentimientos más dañinos para el ser humano.
Ahora, ya lo sabes: cuando en ciertos eventos familiares, aparecen cualquiera de esos sentimientos, o emociones (dependiendo de su duración), estás sintiendo IRA en sus formas más o menos «light».
Paso 3. Los cuatro caminos para lidiar con la ira
La ira ataca por diferentes motivos, pero no quiero alargarme, así que los resumiremos en uno:
La ira ataca cuando alguien interrumpe o impide algo que tú deseas.
En el caso de las familias, alguien (que pueden ser uno o todos) impide tu deseo de tener una familia 100% hecha a tu medida.
Tener una familia en la que TODO EL MUNDO sea agradable, respetuoso, generoso, cariñoso, simpático, inteligente, sabio, tranquilo, silencioso (pero también divertido)…
Conociendo su origen (su semilla), tienes ahora cuatro formas de lidiar con ella (independientemente del traje que se ponga dentro de ti):
- Alejarte de aquello dispara tu ira.
- Tragar lo que haga falta hasta que empiece a desbordarse.
- Arrancar de cuajo la semilla de la que nace la ira.
- Sustituir esa emoción por la de «unión hacia todos los seres» o amor.
Como casi nadie sabemos lograr las 2 últimas, la mayoría optamos por:
- Huir. (Recuerda que esto te debilita).
- Acumular hasta que no podemos más, y entonces empezar a desbordarnos.
(Yo lo llamo «expandir miseria»).
Por suerte para nosotros, aunque la mayoría estamos lejos de la opción 4 (opción «Buda»), la opción de «arrancar la semilla de la ira» (la 3) tiene varios pasitos intermedios bastante asequibles.
Uno de estos pasitos es: «Trabajar nuestras interpretaciones».
Paso 4. Cómo empezar a trabajar tu paciencia mediante estas interpretaciones
Son 3 pasos en este proceso:
Logra unos segundos de espacio entre lo que sucede y tu reacción.
Lo único que debes hacer cada vez que sientas:
- Ganas de pegarle una buena contestada a tu prima.
- Ganas de mandar a la M. a tu suegra.
- Ganas de darle una colleja al malcriado de tu sobrino.
- Ganas de gritar.
- Ganas de decirles a todos lo imbéciles que son y salir por la puerta…
…es verbalizarlo en el silencio de tu mente.
«Me estoy encendiendo, esto me está afectando».
Si eres de los que se muerden la lengua, generar este espacio será más sencillo que si eres de gatillo fácil, pero tranqui, esto es un juego de prueba y error. Como todo en la vida.
Usa ese pequeñísimo espacio que has generado verbalizando interiormente para afinar tu razón
—¿Cuál es el origen de mi ira?
—Están atacando mis creencias. O sea, están interrumpiendo el placer de la seguridad que sientes con tus creencias.
—¿Dónde la siento?
—En mi estómago, en mi garganta, en mi piel… ¡socorro, por todas partes!
—¿Cómo ha ido evolucionando esta emoción?
—Se me ha encendido la cara y he tenido que cerrar los ojos para no fulminar a alguien.
*Si eres de gatillo fácil y logras llegar hasta aquí… puedes darte un homenaje.
*Si eres de los de morderse la lengua hasta hacerse sangre por evitar conflictos, lo normal es que, aunque durante este proceso al menos no te hagas sangre, esto también sea «acumular» dentro de ti. Pero lo solucionamos enseguida:
Reduce tus apegos y tus obsesiones
Si no lo sabes, te lo digo ahora:
Esto es un tema de educación del famoso «ego», que no es tan malo como dicen, pero es cierto que su falta de educación le ha convertido en un «tirano» que domina y se mete en temas que no le corresponden sin que nadie le diga nada, con la excusa de «protegerte» (algo así como el Estado).
Si ya has leído algo sobre el ego, en seguida te darás cuenta de que el agravio no es tal, sino que como:
- Por un lado, tu ego se ha hecho dueño y señor de tus deseos (esos que alguien está saboteando),
- y, por el otro, tu ego se piensa que «todo es personal»,
lo que ocurre es que en vez de mirar al de enfrente y ver a una persona desesperada, tratando de conseguir reconocimiento y aliviar su miseria; lo que ves es a una persona que compite contigo por esa atención (que también tú necesitas) y escupiendo su miseria contra ti (que bastante tienes ya con la tuya).
Entonces, si logras:
- Detectar y reconocer tu emoción al principio, al inicio.
- Dar espacio a tu diálogo interior, enfocándolo desde la razón.
- Aprovechar ese espacio de razón y de no-reacción para enfocarte en desapegarte de tus deseos…
¿Adivina qué estás haciendo?
Exacto… entrenar tu PACIENCIA (mediante el trabajo de las interpretaciones del objeto).
Y de paso, empiezas con ese poquito de paciencia extra que has ganado, a educar a tu ego «asalvajado».
Paso 5. Usa tus reuniones como espacio de entrenamiento
Bien, si tu familia es tan «normal» que no es «como tú hubieras deseado» (sin ser un nido de víboras venenosas), te invito a cambiar esa mirada:
Nadie lo hace por j*d*r, lo hacen porque no saben hacerlo mejor.
Lo hacen porque sus circunstancias los han llevado a ser como son, exactamente igual que a ti las tuyas.
Y en medio de todos esos agravios, pequeños ataques, pullitas, desacuerdos, tu misión es encontrar esos momentos que hacen que todo merezca la pena, para que tu entrenamiento no se vuelva insoportable. Y debes hacerlo por amor (a ti y a los demás).
A veces esos momentos son ver a los niños jugando e ideando maldades juntos, como hacías tú.
A veces es recordar historias vividas que nos vuelven a conectar.
A veces es disfrutar juntos de los últimos años de la abuela.
O ver a tu madre feliz (aunque cansada) de teneros a todos juntos otra vez bajo su techo.
Quizá, si todos intentáramos mirar a los demás desde una perspectiva más apreciativa, y menos inquisidora; si cambiáramos la crítica por comprensión y cultiváramos la compasión, cualquier encuentro con nuestra familia sería «un lugar seguro al que acudir».
Un lugar en el que verdaderamente se te quiera por «quién eres» y no por «cómo eres».
Ya sabes que todo cambio se inicia en ti. Así que, desde ahora, en lugar de enfocarte en lo que no te gusta de tu familia, empieza a preguntarte:
¿Qué aspectos sí valoras?
¿Qué cosas positivas te han aportado a lo largo de los años?
¿Qué sí pueden seguir aportándote?
Espero que estas minúsculas píldoras que Paleobull me ha permitido compartir contigo, te ayuden en estas fechas a disfrutar más de tus encuentros familiares:
Si ya eran buenos, puedes dar gracias, y hacer que sean aún mejores.
Si eran regulares, puedes entrenarte para convertirlos en buenos.
Si eran pésimos, puedes entrenarte para convertirte tú primero en lo bueno.
No será fácil. El entrenamiento no es sencillo de aplicar en el campo de batalla. Y la paciencia tiene mucha ciencia. Si este artículo te ha parecido interesante y quieres profundizar más en:
- Cómo entrenar tu paciencia hacia la vida y aprender a conocerla y aceptarla, incluso cuando nos sumerge en pozos de tristeza y desesperación.
- Cómo entrenar tu paciencia hacia los demás y sus formas de actuar, de cómo comprender, cómo compadecer y cómo sentirte más parte de todo; de cómo fortalecerte tanto interiormente, que ya no tengas que dejar más trozos de ti en manos de los demás.
- Cómo entrenar tu paciencia hacia ti, con tus juicios, tus creencias, tus patrones, tus errores, debilidades y defectos.
Te invito a que visites mi casa online, donde hablo en profundidad de estos temas.
Ojalá seas cada vez más capaz de comprenderte a ti mismo, de comprender a los demás, de comprender la vida.
Un abrazo,
Paloma