La salud bucodental es un pilar fundamental del bienestar general, más allá de su impacto estético. De hecho, la boca actúa como una primera línea de defensa del organismo al formar parte tanto del aparato digestivo como del respiratorio.
Su estado influye en la salud general, ya que una cavidad oral en mal estado puede estar vinculada a desequilibrios digestivos, salud cardiovascular y otros aspectos del bienestar, incluyendo el sistema nervioso. Mantener una buena higiene bucodental puede contribuir a prevenir estas y otras afecciones.
La boca también desempeña un papel clave en el equilibrio de la microbiota oral, que está en constante interacción con la del esófago, el estómago y el intestino. Su correcto mantenimiento contribuye al bienestar general y al buen funcionamiento de estos sistemas.
La microbiota oral y su equilibrio
No todas las bacterias presentes en la boca son perjudiciales. De hecho, muchas de ellas desempeñan funciones esenciales en la prevención de enfermedades. La microbiota oral alberga unas 700 especies de bacterias diferentes, de las cuales una persona puede tener entre 200 y 300, dependiendo de factores como la alimentación, la higiene y el estilo de vida.
Además de bacterias, la boca alberga otros microorganismos como hongos, virus y protozoos, que interactúan con el organismo en una relación simbiótica. Algunos de estos microorganismos aportan nutrientes esenciales como vitaminas y otros nutrientes esenciales para el metabolismo.
Sin embargo, cuando este equilibrio se altera—situación conocida como disbiosis oral— pueden aparecer problemas como caries, gingivitis, periodontitis y otras patologías con repercusiones más amplias en el organismo.
Placa bacteriana y sarro: diferencias clave

Uno de los aspectos fundamentales en la salud bucodental es la gestión adecuada de la placa bacteriana y el sarro, ya que su acumulación puede desencadenar problemas en la cavidad oral y, a largo plazo, afectar a la salud general.
La placa bacteriana, también llamada biofilm oral, es una película pegajosa y transparente compuesta por bacterias, proteínas, polisacáridos, sales minerales y restos celulares. Se forma de manera natural sobre la superficie de los dientes y las encías y cumple un papel protector cuando se mantiene en equilibrio. Sin embargo, si no se cuida con una correcta higiene, puede acumularse y generar problemas como caries y enfermedad periodontal.
Cuando la placa no se controla adecuadamente, puede mineralizarse con el tiempo debido a la acción de la saliva, formando sarro. Esta sustancia endurecida, de tono amarillento o marrón, se adhiere con fuerza a los dientes y las encías. A diferencia de la placa, el sarro no puede eliminarse con el cepillado habitual y requiere una limpieza profesional por parte del odontólogo
El sarro puede convertirse en un problema porque facilita la acumulación de bacterias perjudiciales y contribuye a la inflamación de las encías. Esto puede favorecer la aparición de enfermedades como la gingivitis (inflamación y sangrado de las encías) y, en casos más avanzados, la periodontitis, que puede derivar en la pérdida de piezas dentales y aumentar el riesgo de otras complicaciones en la salud.
La salud bucal y su impacto en el organismo

El impacto de la disbiosis oral va más allá de la boca. La aspiración y deglución de bacterias patógenas pueden afectar las defensas naturales del sistema respiratorio y digestivo, favoreciendo alteraciones como el aumento de la permeabilidad pulmonar e intestinal. Esto puede facilitar el paso de toxinas al torrente sanguíneo y contribuir a una inflamación crónica de bajo grado.
A largo plazo, esta inflamación puede debilitar el sistema inmunológico y estar relacionada con enfermedades musculoesqueléticas, neurodegenerativas y cardiovasculares. Además, algunos estudios sugieren que una microbiota oral alterada podría influir en el embarazo, afectando la barrera placentaria y la transmisión de mediadores inflamatorios a través de la lactancia.
Claves para una higiene bucodental óptima
El mantenimiento de una microbiota oral equilibrada depende en gran medida de una adecuada higiene diaria y de hábitos saludables. Es fundamental acudir al dentista de forma periódica para evaluar el estado de la salud bucal y recibir tratamientos específicos si es necesario.
1. Cepillado eficaz y elección del cepillo
- Se recomienda cepillarse los dientes tres veces al día, una buena higiene por la mañana, más ligera al medio día y profunda por la noche.
- En condiciones normales, es preferible un cepillo de cerdas suaves, ya que ayuda a eliminar la placa sin dañar el esmalte ni las encías.
- En personas con acumulación de sarro, el dentista puede recomendar cerdas más firmes o técnicas específicas de cepillado.
- Los cepillos eléctricos y manuales –usados correctamente– han demostrado ser igualmente eficaces, por lo que su elección depende de las preferencias personales.
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Después de cada uso, es importante lavar y secar bien el cepillo y almacenarlo de forma individual para evitar contaminación cruzada.
2. Higiene interdental y limpieza de la lengua
El cepillado debe complementarse con el uso de:
- Hilo dental o cepillos interproximales, para eliminar la placa y los restos de comida en los espacios entre los dientes. La elección entre ambos depende del tamaño de los espacios interdentales y de la recomendación del dentista.
- Irrigadores bucales, especialmente útiles en personas con ortodoncia, implantes o problemas periodontales. Aunque pueden complementar la higiene oral, no sustituyen el uso de hilo dental o cepillos interproximales y deben utilizarse bajo recomendación profesional.
- Limpieza de la lengua y la cara interna de las mejillas, para reducir la acumulación de bacterias y contribuir a un aliento fresco.
3. Enjuagues bucales: ¿son realmente necesarios?
El uso de enjuagues no siempre es imprescindible. En la mayoría de los casos, basta con un buen cepillado y expulsar el exceso de pasta dentífrica, dejando actuar la formulación sin aclarado de agua.
En casos específicos, los colutorios con clorhexidina pueden ser útiles para tratar infecciones o después de intervenciones dentales, pero su uso debe ser limitado a un máximo de 7-10 días, siempre y cuando el odontólogo lo considere necesario.
Alternativamente, pueden emplearse enjuagues naturales como:
- Agua con sal, que actúa como suero fisiológico.
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Oil pulling, una técnica que consiste en enjuagarse con aceite de oliva o de coco durante 2 minutos tras el cepillado, ayudando a equilibrar la microbiota oral. Se recomienda hacerlo una vez por semana.
4. Evitar el cepillado inmediato tras las comidas
Durante el día, la higiene puede ser más ligera. De hecho, en algunas ocasiones es recomendable esperar antes de cepillarse los dientes, especialmente después de consumir alimentos ácidos, para evitar la erosión del esmalte.
En estos casos, una alternativa eficaz es masticar chicle con xilitol, que estimula la producción de saliva y ayuda a limpiar los dientes. Estudios, como el publicado en Frontiers in Nutrition, han demostrado que el xilitol reduce la presencia de Streptococcus mutans, la principal bacteria asociada a la caries, así como de otras relacionadas con la enfermedad periodontal.
La importancia de los hábitos

Más allá de la higiene, la alimentación juega un papel clave en la salud oral. Es recomendable reducir el consumo de alimentos con alta carga glucémica, ya que suelen tener texturas blandas y pegajosas que favorecen la acumulación de placa bacteriana. También conviene moderar el consumo de bebidas carbonatadas, isotónicas y ácidas, ya que pueden erosionar el esmalte dental y aumentar la sensibilidad.
Si queremos minimizar la tinción dental, es recomendable reducir el consumo de bebidas como el café, algunos tipos de té y el vino, así como de salsas oscuras como el vinagre de Módena o la soja.
Por otro lado, algunos alimentos pueden favorecer la limpieza natural de los dientes, como las manzanas, las zanahorias o el apio. Los cereales integrales y las legumbres contribuyen al equilibrio de la microbiota oral. Además, los alimentos ricos en calcio y magnesio ayudan a mantener dientes y encías fuertes
En la actualidad, los alimentos cada vez están más procesados y fáciles de deshacer por lo que principalmente ensucian. Hay que recuperar modelos de alimentación más primitivos con alimentos que tengan una mayor consistencia, que induzcan a la masticación y produzcan cierto frotamiento sobre las piezas dentales, lo que ayuda a limpiarlas.
En la actualidad, muchos alimentos son cada vez más procesados y fáciles de deshacer, por lo que tienden a dejar más residuos en los dientes. Recuperar modelos de alimentación más primitivos, con alimentos de mayor consistencia que requieran una masticación activa y generen un ligero frotamiento sobre las piezas dentales, ayudan a mantener una mejor higiene oral de forma natural.
En definitiva, mantener una higiene bucodental adecuada, visitar regularmente al dentista y adoptar hábitos saludables permite prevenir problemas de diversa índole y gravedad. La salud oral es un reflejo del bienestar general, y las decisiones diarias que tomamos pueden marcar la diferencia en nuestra calidad de vida.