La obesidad ya es una epidemia mundial, según asegura la OMS (Organización Mundial de la Salud). La OMS afirma además que la obesidad infantil es uno de los problemas más graves de salud pública del siglo XXI.
Tradicionalmente se pensaba que la obesidad era responsabilidad exclusiva del individuo, de su dieta y del ejercicio físico que hace (el falso dogma come menos y gasta más). Pero hoy en día sabemos que eso no es así. La obesidad es una enfermedad multifactorial en el que el entorno del individuo tiene una gran influencia.
La industrialización de la sociedad y los cambios de hábitos han favorecido la creación de un entorno obesogénico, es decir, un ambiente que promueve el desarrollo de la obesidad de los individuos.
Los principales riesgos del entorno obesogénico son: disponibilidad en todo momento de alimentos procesados ricos en azúcares (supermercados, máquinas de vending, gasolineras, aeropuertos,...), trabajos sedentarios y, en general, un estilo de vida con poca actividad física (no nos movemos).
El ambiente obesogénico empieza en el seno familiar, donde el niño aprende desde pequeño los hábitos de alimentación y de actividad física de sus padres. Aprende a priorizar unos alimentos frente a otros y a adoptar conductas activas o sedentarias.
Después de adulto se enfrenta a un entorno en el que la tentación es omnipresente. La industria alimentaria en busca de maximizar su beneficio propio en lugar de priorizar la salud de los individuos se encarga con todos los medios disponibles de favorecer e instaurar hábitos poco saludables.
Por ello, los legisladores deben de dejar de culpar al individuo por sus problemas de obesidad, tomar consciencia de la existencia del entorno obesogénico que nos rodea, y legislar en consecuencia. De modo similar a lo que se hizo con las campañas contra el consumo de tabaco a finales del siglo XX.
Mientras tanto, intenta alejarte del ambiente obesogénico lo máximo posible, incorpora hábitos de alimentación saludables y muévete más. Tu salud te lo agradecerá!